domingo, 1 de febrero de 2009

CAPÍTULO 6



- Tenemos que actuar con mucha serenidad- Montse aleccionaba a Roger mientras se dirigían a la puerta de salida del edificio de TV7-. A lo mejor nos cuesta mucho tener acceso a Héctor, a lo mejor no lo conseguimos hoy, pero la cuestión es empezar a hacer el trabajo de campo.

Roger le confesó que él, en el fondo, prefería no verlo. Es más, ahora porque ya era demasiado tarde para volver atrás, pero si se lo hubiera dicho antes, no la habría acompañado a la prisión de Tarragona.

- Corazón fuerte, hombre!- probó ella de infundarle coraje.

Después de franquear los diferentes controles de entrada, hablaron con el director penitenciario, que ya les esperaba y les asignó un funcionario para que los acompañara por las diversas dependencias que tenían que visitar.

El primer taller donde pararon fue el de boxeo, donde efectuaron un buen trabajo de cámara, pero no literario: las escasas dotes oratorias del monitor daban miedo. Por lo que pudieron entender, aquella mole de músculos, chato y con cara de sonado, afirmaba que habías encontrado la piedra filosofal para desintoxicar a los drogadictos: se les cortaba el suministro de cuajo y en el momento que les entraba el mono, disputaban un asalto con él y asunto resuelto. En una semana, desenganchados!

Después pasaron por el aula de alfabetización y cuando tuvieron hueco entraron al taller de pintura.

- Preparan un reportaje sobre los talleres ocupacionales. Tienen permiso del director para grabar y entrevistar a los reclusos- anunció el funcionario a Nuria, la monitora.

- Lo que nos faltaba! Así no acabaremos nunca- se quejó-. Y tenemos que inaugurar en veinte días!

El funcionario se encogió de hombros y Roger intentó tranquilizarla:

- Procuraremos ir al grano.

Para demostrárselo, Montse ya se estaba dirigiendo a los reclusos y les estaba dando instrucciones.

- Para comenzar, continuad trabajando tal y como estábais haciéndolo y nosotros grabaremos aquí y allá. Después descansaremos un poco y todos los que deseéis intervenir, nos lo diréis y en seguida os entrevistaremos.

- Yo quiero hablar!- manifestó uno.

- Y yo.

- Y yo.

- Yo también.

A diferencia de los dos primeros talleres, en los que sólo habían accedido a participar los monitores, aquí los voluntarios surgieron como los boletos. Y lo más importante: se había creado una corriente de simpatía.

Ya se disponían a comenzar cuando se giró hacia ellos un preso que hasta entonces les había dado la espalda, porque estaba acabando unos retoques de su cuadro. A Roger casi se le cae el micro de las manos. Ismael también se quedó muy perplejo. En cambio, Montse, se sentó y se puso la cámara en el muslo y decidió acercarse al causante de aquellas reacciones: Héctor Moreno.

- No te precipites, disimula- le dijo Roger al oído.

- Sígueme con el micro- le pidió ella, que comenzó a grabar mientras avanzaba hacia el asesino.

Roger titubeó unos segundos. Fue suficiente para que un preso le cortara el camino a Montse y de un manotazo le apartara violentamente la cámara, que cayó al suelo. A partir de ese momento las acciones se sucedieron a un ritmo vertiginoso: Roger volvió de su estado catatónico y se puso delante de Montse para protegerla; al mismo tiempo, el funcionario llevó al agresor hacia la pared y lo hizo caer al suelo, donde el preso no hizo ninguna intención de levantarse ni le plantó cara. Aunque miraba al uniformado con un odio infernal. Roger miró al asesino con cara de pocos amigos. Éste le aguantó la mirada, pero retrocedió unos pasos y unos cuantos presos se interpusieron entre ellos. Entonces Nuria cogió a Héctor del brazo y lo apartó del lugar de los hechos. Él se dejó llevar, dócilmente.

Roger comprobó que Montse no había sufrido ningún daño y se agachó para coger la cámara. Ella se la pidió en seguida, pero él le aseguró que no podían seguir porque se había roto.

- Tendremos que volver otro día- se dirigió ella a los reclusos. Quiso aparentar naturalidad, pero en sus ojos se podía ver una mala leche que no podía disimular.

El anuncio de Montse provocó un murmullo de desencanto entre los presos, que de momento veían frustrada la exhibición televisiva de sus obras.

- Traednos cigarros cuando vengáis- apuntó uno de ellos.

- Y unas birras- añadió otro.

- Cojones de tío!- exclamó Roger nada más salir de la prisión

- Hijo de puta! Un poco más y me rompe la nariz!- le maldijo ella mientras se tocaba la zona afectada.

- Cuando he visto a Héctor se me ha vuelto todo negro- le confesó Roger.

- Yo también me he violentado bastante, pero valía la pena grabarlo…

En aquellos momentos llegó Ismael con la furgoneta, que habían tenido que aparcar en el otro lado de la calle. Se paró y Montse y Roger cargaron la cámara y las baterías. En eso estaban cuando se abrió la puerta de la prisión y Nuria salió con su coche. Como se tuvo que parar para ceder el paso a otros vehículos, Montse aprovechó para acercarse y hablarle a través de la ventanilla del copiloto. En seguida, se giró, hizo una señal a sus compañeros para que se fueran y subió al coche de la monitora. Ellas fueron las primeras en ponerse en movimiento. A continuación, la unidad móvil también se movió.

- Me he quedado tan parada cuando he visto a Héctor Moreno que no sabía qué hacer, si grabarlo o no- estaba diciendo Montse-. Yo creía que lo mantendrían aislado de los otros reclusos para evitar las palizas. Y cuando me he decidido, ya has visto la reacción que ha tenido el otro.

- Sí, sí. Con esta gente tienes que tener cuidado: nunca sabes cómo reaccionarán. En la cárcel se generan muchas tensiones.

Nuria aparentaba dos o tres años más que Montse. Tirando a rubia y con la nariz un poco chata y el pelo, ondulado, le llegaba a los hombros. Tenía ese tipo de constitución que de cintura para arriba se puede ser esbelto, pero para abajo presentan un volumen y una redondez…

Roger no volvió tampoco a TV7, sino que le pidió a Ismael que le llevara a un céntrico edificio de oficinas, donde estaba el bufet donde trabajaba actualmente Francisco Ixart, el antiguo abogado de oficio de Héctor.

- El señor Ixart está reunido y no le puede recibir en estos momentos- notificó a Roger la secretaria de recepción, después de haber efectuado una consulta telefónica interna. El ambiente que se respiraba era de un lujo extremo-. Si es tan amable de dejarnos un número de teléfono, nos pondremos en contacto con usted tan pronto como nos sea posible para atenderle. Por favor, ¿me escucha?- añadió mientras se daba cuenta que Roger estaba mirando hacia otro lado.

- Sí, sí. Pero es que… Quiero decir, el señor que ha entrado en aquel despacho ¿es el famoso abogado Carlos Tudó?- Roger le había visto un poco de perfil, pero no estaba seguro. Necesitaba una confirmación categórica.

Y la tuvo:

- El señor Tudor es uno de los propietarios de este edificio.


El coche de Nuria estaba parado cerca de una acera. Ella ya le había dicho a Montse que iba justa de tiempo y con los dedos pegaba golpecitos al volante para manifestar su impaciencia. A todo esto, la periodista tenía la mano en la palanca de abrir la puerta, pero no la accionaba.

- ¿Tú crees que Héctor es también el asesino de las chicas de ahora?
Nuria la miró con extrañeza. Tenía los ojos un poco brillantes. Dejó salir un suspiro y desvió la pregunta. Parecía que se disponía a hablar pero se limitó a encoger los hombros para dar a entender que no lo sabía.

- Te lo pregunto porque a mí no me ha parecido ver ningún resto de sádico en su cara. Ni tampoco de psicópata violador y sanguinario, autor de crímenes en serie, que es consciente de sus actos criminales, pero no le producen ninguna pena.

Este razonamiento dejó a Nuria un poco descolocada. Montse por un momento pensó que la monitora se mostraría de acuerdo con su opinión, pero no fue así.

- De todos los internos, fíjate bien, de todos, yo no pondría la mano en el fuego por ninguno- manifestó categóricamente.

Y todavía hizo más: se acercó al lado de Montse con la intención inequívoca de abrirle la puerta. Entonces ésta se dio por aludida y le ahorró el trabajo. Aún así, no movió el culo del asiento y le preguntó:

- ¿Crees que Héctor nos concederá una entrevista?

- Lo dudo muchísimo. Y además, toda la burocracia que tendríais que hacer, porque él no es un preso anónimo como cualquier otro.

- Yo tampoco le haría un reportaje cualquiera- Montse se mostraba muy segura-. TV7 por su carácter reducido y constitucional no necesita entrar en la guerra de las audiencias para sobrevivir. Y si a mí se me ha ocurrido ahora lo de la entrevista, es porque la enfocaría desde el punto de vista humano.

- De verdad, se me hace tarde.

- Tal vez, si tú nos ayudases, se nos allanaría bastante el camino… Piénsalo- dijo Montse antes de salir del coche y cerrar la puerta suavemente.



- Tienes un mensaje en el contestador- le dijo a Roger su madre cuando él llegó a casa.
- Señor Bosc- Roger reconoció en seguida la voz de la recepcionista del bufet-: el señor Ixart ya no toca el Derecho Penal. Por tanto, desestima su invitación a mantener una entrevista.

Mientras Montse intentaba localizar en el vídeo el trozo donde salía Francisco Ixart, Roger no paraba de manifestarle su asombro.

- Por más que lo intento, no lo entiendo. El antiguo defensor de Héctor trabaja ahora en el despacho de Carlos Tudó, que es el abogado de la familia Castro y actúa como acusación particular en el juicio por la muerte de Sandra.

- Pues yo no veo ninguna contradicción. Los abogados que quieren aprender y prosperar han de integrarse en los buffets de prestigio. Y tengo entendido que Carlos Tudó es el abogado de más renombre de Tarragona, ¿no?


En el monitor estaba Francisco Ixart hablando con unos periodistas en la puerta del Palacio de Justicia.

- En esta sentencia- les decía- ha influido más la presión social que las pruebas inculpatorias.

- ¿Piensa recurrirla?- le preguntaba un periodista.

Ixart le respondió que sí, puesto que él creía en la inocencia de Héctor y tenía el deber moral y profesional de luchar por su exculpación.

En este punto se acababan las imágenes por lo que respectaba a Ixart.

- ¿Qué pasó con el recurso? ¿Lo presentó o no?- le preguntó Montse a Roger.

- Y tanto que lo presentó, por partida doble. El primero no se lo admitieron por defectos de forma y cuando insistió ya estaba fuera de plazo.


- Jo!- exclamó Montse-. Con abogados defensores así no hacen falta fiscales para hacerte viejo en la cárcel.

- No tenía tampoco ninguna posibilidad de volver a salir- le aclaró Roger-. En el juicio quedó plenamente demostrado que Héctor asesinó a Sandra. Lo que me interesa saber a mí es si también mató a Eva.

Entre las principales pruebas acusatorias hay que destacar que declararon testigos que lo habían visto salir de la discoteca con las tres chicas.

Se encontraron restos de su semen dentro de la vagina y del ano de Sandra. También había pelos, carne y sangre en las uñas de ella.

En las ruedas y en el chasis de su coche, un Renault 19 rojo, había tierra adherida que se correspondía con la del camino del polígono de la Arrabassada. Por otra parte, cuatro okupas vieron salir un coche como el suyo de la nave donde encontraron el cadáver de Sandra.

La huída inexplicable de Tarragona también lo acusó. Lo localizaron y detuvieron la madrugada del martes al miércoles en una pensión de la plaza del Rey, en Barcelona. Nada más examinarlo le descubrieron arañazos en la cara y en la espalda.

Fue incapaz de aportar ninguna coartada. Al principio se limitó a negarlo todo. Más tarde, ante la evidencia de las pruebas inculpatorias, se cerró en banda y dijo que no recordaba nada.

Como antes de las imágenes de Francisco Ixart había también de Carlos Tudó, Montse y Roger decidieron rebobinar la cinta y revisarlas.

El acusador particular leía un comunicado de prensa. En él se manifestaba que la familia Castro-Fortuny había depositado desde el primer momento su confianza en la justicia y no se sentían defraudados. Después agradecían el esfuerzo y la profesionalidad de la policía, que había actuado con tanta diligencia. Agradecía, asimismo, las muestras de solidaridad y afecto recibidas desde todos los ámbitos y, finalmente, solicitaban que todo el mundo respetara el derecho a la intimidad de la familia, que soportaban con tanta resignación el terrible suceso gracias a sus profundas raíces cristianas.

- Cualquiera le pide una entrevista a este individuo!- exclamaron los dos casi al mismo tiempo, y rieron por la coincidencia.

Todavía no eran las diez pero ya hacía tiempo que era noche cerrada. Roger caminaba hacia su casa. Con él iba Montse, que le había dicho que le acompañaría un trozo para estirar las piernas y oxigenarse.

- Ché, yo estoy acostumbrada al fragor de Barcelona- le comentó Montse, que ya decía, de vez en cuando, alguna expresión de Tarragona- y todavía no me acabo de acostumbrar a este ambiente tan desmayado…

Habían hecho el siguiente trayecto: bajada de la Misericordia, calle de Portalet y de San Agustín. En las calles transversales, estrechas, oscuras y sucias, se veía muy mal rollo, sobre todo en la puerta de los bares de prostitutas.

- Aquí te abandono, chico. Confío en que no te pierdas para llegar a casa- le dijo Montse a Roger que no se había mostrado demasiado comunicativo en los últimos minutos. Habían llegado a la Rambla Nueva.

- ¿Tomamos algo en el “Four Roses”?- propuso él.

- Una cosa sí que te tomaba yo a ti, sí- dijo ella al tiempo que ponía la mano izquierda en el hombro derecho de Roger para que se girara y le diera la espalda-: este culo tan lindo!- y mientras se lo decía le daba una pequeña palmada.

Roger se quedó en ese momento que si le pinchan, no sangra.

Cuando ella empezó a hacer el camino de nuevo él ya se había recuperado mínimamente del susto y se giró para mirarla: era tan atractiva… Ella también se giró y le dijo adiós con la mano con un gesto simpático, entrañable, afectuoso… Sonreía.

Para corresponderla, Roger también intentó esbozarle una pequeña sonrisa, pero en seguida tuvo que hacer esfuerzos para que un escalofrío no le quemara la espalda. Por la calle no corría ni una rata y las luces de las tiendas estaban apagadas!





CAPÍTULO 7




En el Instituto Anatómico Forense, un administrativo le confirmó a Montse y a Roger que las autopsias de Eva y Lorena las había practicado el mismo médico que tres años antes se había encargado de la de Sandra.

- Se trata del doctor Joaquín Colomer, decano de los patólogos de Tarragona. En el caso de la primera chica, recuerdo que la inició otro pero fue relevado en seguida.

Los periodistas, entonces, le pidieron hablar con Colomer y el funcionario les dijo que no estaba allí, ya que esa mañana tenía clases en la facultad.

Cuando ya se iban, Roger se lo pensó y se le acercó de nuevo:

- Y el primer forense de Sandra, ¿está aquí ahora?

- Lo siento- le respondió el oficinista-. El doctor Jaime Calvet cambió de especialidad y en nuestros archivos no consta ninguna dirección ni teléfono.


Como decidieron entrevistar a las personas que aparecían en la cinta de Vicente Vila, Roger y Montse habían acordado que mentirían si el proceso de elaboración del reportaje lo exigía. De todas maneras, aquel mediodía, cuando ella abordó a Colomer por los pasillos de la Facultad de Medicina, colocó el listón muy alto, nada más decirle que era Licenciada en Psicología y que estaba preparando la Tesis Doctoral sobre los asesinos en serie.

- Un tema muy apasionante- le dijo el forense.

- Sí, pero mi problema es que no sé si Héctor Moreno es uno de ellos y quería que usted me orientase un poco.

Colomer le advirtió que no le podía hablar del tema porque todavía se estaba instruyendo el sumario, que el juez había decretado secreto.

- Pero la prensa publica filtraciones casi cada día… - dejó caer ella.

- Sí, y es muy lamentable porque la mayoría de las veces estas filtraciones sólo son invenciones del periodista de turno. Y eso hace que se dificulten los procesos judiciales.

- Yo ya me conformaría si usted me aclarara una o dos dudas sobre las causas de la muerte de Eva y Lorena- volvió ella a la carga.

Estaban delante del despacho del forense. El cartel que había en la puerta así lo anunciaba: “Cátedra de Medicina Legal. Catedrático: Doctor Joaquín Colomer”.

- Eres una buena psicóloga, ya lo creo. A causa del tiempo transcurrido desde la muerte, los cadáveres de estas chicas presentaban muy poca carne, casi nada. Y con todo eso, con las descarnaduras en las costillas y en otros huesos, ha quedado demostrado que entre una y otra recibieron entre quince y veinte puñaladas. Como también tres tiros en órganos vitales: corazón, hígado y cerebro. Es decir, el mismo procedimiento que se siguió para matar a Sandra. Además, el puñal empleado fue el mismo. Como las balas, que eran todas de un revólver 38 especial.

Montse le escuchaba sin parpadear. Ella ya conocía estos datos por la prensa, pero la impresionó mucho sentirlo por boca de Colomer, la única persona que podía hablar con conocimiento de causa.

- Entonces, si como todo hace sospechar, los tres asesinatos fueron obra de Héctor Moreno, ¿por qué no enterró también a Sandra?- preguntó Montse al forense-. ¿Usted como interpreta este hecho, como el desafío que en un momento de euforia hace un psicópata a la policía, o como el grito de auxilio de un enfermo mental?

El catedrático adoptó un tono más profesional todavía para responderle:

- Señorita, el término autopsia significa ‘yo veo’ no ‘yo interpreto’ o ‘yo imagino’. En consecuencia, su pregunta no entra en mi campo de trabajo, sino más bien en el suyo.

- Y ahora, si me permite, tengo trabajo.

Abrió la puerta del despacho, entró y la cerró.
- Buena psicóloga no sé si deberías ser pero como actriz eres extraordinaria!- le dijo Roger en el Audi A3 de Montse, con el que se habían desplazado a Reus. Ahora ya volvían a Tarragona, si es que el tráfico de la capital de la comarca del Bajo Campo les permitía llegar a la carretera.

- ¿Verdad que sí? Si hasta yo me he sorprendido de verme actuar con tanta naturalidad!- dijo Montse, que no pudo disimular la satisfacción que le embargaba-. Pero pienso que, ya puesta, le habría podido decir que preparaba un grupo de terapia para asesinos. A ver cómo hubiera reaccionado!

Roger no dijo nada. Sus momentos de exaltación, si el hecho de no estar deprimido podía calificarse así, siempre eran igual de endebles.

En esos momentos estaban atrapados en un atasco que se había formado delante del Club de Natación Ploms.

- Es desesperante!- se quejó Montse después de avanzar diez metros a paso de tortuga y tener que pararse otra vez.

En doble fila había una pareja de Mossos d’ Esquadra- hombre y mujer- que habían hecho parar a un coche y le pedían la documentación a sus ocupantes. Roger se quedó mirando fijamente a la Mossa, que eral alta, rubia y muy atractiva.

- Es guapa, ¿eh?- le dijo Montse.

Roger, en vez de responderle, le preguntó:

- ¿Podemos ir un momento a tu casa para comprobar una cosa del vídeo?

- No lo sé- le respondió ella, que se cogió la parte central del sujetador y se lo estiró-. Quiero decir que sí si salimos de esta retención diabólica!- rectificó.



En el polígono de la Arrabassada, una Mossa d’ Esquadra hizo bajar a cuatro punks de un jeep, cogiéndolos del cuerpo, y se los entregaba a un policía de paisano, que ordenaba en seguida a unos policías nacionales que los esposaran y les hicieran subir en la furgoneta celular.

- Para la imagen- solicitó Roger a Montse-. Esta es la que nos interesa a nosotros.

La Mossa d’ Esquadra tenía galones de sargento y, fijándose bien, incluso pudieron distinguir su número de identificación.


Manel Joan i Arinyó, "El cas Torreforta"

3 Comments:

  1. Unknown said...
    Lo que digo siempre, me esta encantando este libro.... está cada vez mas interesante...

    Cuidate, un besazoo!!
    barca0014 said...
    La Montse esta es una espabilada de cohones eehhh!!!! ajajajaj

    Me has dejado muchas preguntas nenaaaa, muchas!!!!! No me cuadra a mi que una sola persona haga tres crimenes ella sola...le dare vueltas... o mejor... escribe mas y asi me sacas de dudas no?? jajajajaj

    Biquiños!!!!
    Jurema said...
    Ahí ando releyendo.

    Muy interesante, de hecho me gusta!!

    Un abrazo

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