sábado, 31 de enero de 2009
CAPÍTULO 4: "EL CASO TORREFORTA" Y CAPÍTULO 5: "EL MASTER" (EL CASO TORREFORTA)
Publicado por * Cris * en 21:52
- Si Héctor hubiera confesado antes, los padres, al menos, no hubieran sufrido la amarga incertidumbre de estos años.
“Renacerá el dolor en su corazón. No, no renacerá porque nunca se ha muerto, sino que subirá a lo máximo cuando el asesino – o el fiscal, lo mismo da-, relate con pelos y señales las torturas, violaciones, la muerte de las hijas. No lo soportarán!
Roger estaba en el despacho del psicólogo asignado al caso por Bienestar Social. (Era, por tanto, el mismo que trataba a los familiares de Eva y de Lorena). Bloqueado, inmerso en un maremágnum de quimeras, los mecanismos de defensa de su subconsciente trataban de evadirle los miedos trasladándolos a otras personas. Pero no lo conseguía.
- Haces trampa, Roger- le advirtió el terapeuta-. Tienes que coger el toro por los cuernos de una vez por todas!
Coger el toro por los cuernos. Pronto lo estaba diciendo.
Al cabo de pocos días llegaron a TV7 los papeles de la jubilación de Vicente Vila. Eso quería decir dos cosas, principalmente. Primera: había que prepararle una gran fiesta de despedida. Y más teniendo en cuenta que era la primera jubilación que se producía en TV7 en sus seis años de existencia. Y segunda: a la fuerza, habría reestructuraciones en la sección de Informativos.
En el tema de la fiesta, Roger se limitó a hacer la correspondiente aportación económica. Respecto a la otra cuestión, fue uno de los más afortunados, ya que lo relevaron de la siempre azarosa unidad móvil. A partir de ahora, dirigiría y presentaría los Telenoticias de los fines de semana, y también colaboraría en la realización de algunos reportajes especiales.
- Te vas, nos dejas, nos abandonas y encima te premian con la insignia de oro de la casa. Qué morro!- discurseaba un empleado de TV7 que estaba encima de una silla y aguantaba un paquete con las manos.
Estaban en el bar de los estudios y la fiesta de despedida de Vicente estaba en su apogeo.
- Vivirás con una pierna en alto mientras nosotros, pobrecitos, tenemos que continuar al pie del cañón para ganarnos los cuartos!- proseguía el speaker mientras sus compañeros, escuchándole, engullían los canapés y remojaban sus bocas con el champagne como si les fuera la vida en ello.
Vicente se esforzaba por sonreír, pero no ponía buena cara, parecía cansado. Estaba sentado en una butaca y, a su lado estaban, de pie, el director general, que le había condecorado hacía unos minutos, y el resto de directivos de la corporación.
Roger escuchaba atentamente el discurso.
- Pero no te desharás tan fácilmente de nosotros, y tanto que no! Por eso te pedimos que aceptes este humilde regalo , para que no te aburras y para que, al menos, puedas grabar Vídeos de primera.
- Uuuh!
La última frase del charlatán fue recibida con una bronca formidable por parte de los compañeros, y él se apresuró a rectificar:
- Quiero decir, para que no nos olvides nunca, de la misma manera que nosotros recordaremos siempre tu alta docencia y tu inmensa categoría humana.
Dicho esto, todo el mundo comenzó a aplaudir con ganas. Montse era una de las que más lo hacía. Seguidamente, el del discurso le dio el paquete a Vicente, que lo abrió y resultó ser una cámara de vídeo. Entonces el jubilado, que se había emocionado un poco, dio las gracias a todo el mundo y, sentado como estaba, empezó a grabar a unos y otros. La fiesta continuaba.
Al cabo de dos o tres minutos Montse se le acercó y después de darle dos besos la mar de sonoros, le pidió la cámara para grabar ella.
Roger aprovechó para acercarse a Vicente y brindaron con las copas.
- ¿Podrás acompañarme a casa al acabar?- le pidió Vicente.
- Claro- le respondió Roger, que en seguida tuvo que separarse para dejar sitio a los otros compañeros que acudían a felicitar al homenajeado.
- En vez de tanta medalla de metal, más habría valido que le quedase una pensión digna, y no la miseria que le darán!- El que había hablado así era el enlace sindical de la CGT, que lucía un alfiler con el anagrama del sindicato enganchado al jersei.
- Tú lo has dicho- le respondió Roger.
Y justo un segundo más tarde escucharon una voz muy melosa que les decía:
- A ver, estas bonitas caras que las inmortalice!
A las caras bonitas se les escapó una sonrisa de día de fiesta.
- ¿Sabes que Montse ha conseguido que le encargaran los reportajes especiales del caso Torreforta?- le preguntó Roger a Vicente, cuando lo llevaba a casa en coche.
- Sí, me lo ha dicho el nuevo jefe y ella misma- le respondió Vicente.
- Y, ¿qué te parece?- quiso saber Roger.
- Pues te vuelvo a decir que es un trabajo que deberías hacer tú.
- Montse también me lo ha pedido- le aseguró Roger-, pero todavía lo tengo todo demasiado reciente y le he dicho que no.
- Piénsatelo bien- le aconsejó Vicente-. Ella es muy sensacionalista.
- ¿Qué quieres decir con eso?- se disparó la alarma en Roger.
- Quiero decir que puede haber sido una decisión precipitada confiarle el trabajo. Ahora bien, si tú haces equipo, tu veteranía en la casa y la implicación que tienes en el caso la harán frenar en sus posibles excesos.
Roger estaba muy serio escuchando estas razones, hasta que Vicente le tocó la espalda afectuosamente. Entonces, cambió la gravedad de su rostro y se relajó un poco.
Cuando llegaron al portal de la finca, Vicente propuso a Roger que subiera a su casa. Este, un poco extrañado, aparcó el coche y lo siguió.
- Siéntate en el sofá y te enseñaré una cosa- le dijo el amo de la casa.
Entonces puso una cinta en el reproductor de vídeo y explicó a Roger:
- Hace tres años, cuando empecé en este caso, me tuve que limitar a hacer un trabajo de circunstancias. En primer lugar porque fue un caso atípico: pronto estuvo cerrado por lo que respecta a Sandra, pero al mismo tiempo quedó abierto por la desaparición de Eva y Lorena.
“Además, como en seguida provocó tanta alarma social, yo no quise añadir leña al fuego y me ceñí a exponer los hechos lo más asépticamente posible”.
En los últimos cinco años habían desaparecido sin dejar rastro más de diez mujeres en el área de cobertura de TV7, es decir, toda la demarcación de Tarragona, más el norte de Castellón, el sur de Barcelona y las comarcas orientales de Lleida. Por si esto no fuera poco motivo de preocupación, estaban también los casos de Valencia, Madrid, Sant Joan Despí, Martorell…
Las primeras imágenes que aparecieron en el monitor correspondían al entierro de Sandra. Roger dijo que no las había visto nunca, Vicente le explicó que era lógico, ya que todo el contenido de la cinta era inédito. Se trataba de una copia del material sobrante de su reportaje, que él se había llevado a casa antes de que lo reciclaran en TV7.
- ¿Y por qué me lo enseñas ahora? – le preguntó Roger.
- Porque hay imágenes que pueden servir para el futuro reportaje. Un reportaje, te lo vuelvo a decir, que tendrías que realizar tú.
- No insistas- le replicó Roger con educación, pero con energía al mismo tiempo-. Yo no lo haré. Dáselo a Montse, si crees que le puede servir.
- No!- exclamó Vicente con determinación-. Ya sabes las reservas que le tengo. Tú eres mi amigo y a ti te doy el material. Ahora, si no te interesa, antes de que se pierda, pásaselo tú mismo.
- Entendido- dijo el joven con resignación.
- Antes he de advertirte una cosa- señaló Vicente-: aquí hay imágenes que obtuve de estrangis, como las del entierro de Sandra. Y a mi edad y en mi estado de salud, no me puedo permitir el lujo de tener ningún enfrentamiento con la justicia. Por eso, tanto si eres tú el que hace el trabajo, como si es ella, o incluso si trabajáis juntos, utilízalas con prudencia.
En este punto, Vicente paró el vídeo, sacó la cinta, la puso en una funda y se la dio a Roger, que la cogió.
- Gracias, Vicente- le dijo sentimentalmente-. No olvidaré nunca lo que has hecho por mí durantes estos años e incluso ahora mismo. Creo que tienes razón en todo lo que me has dicho sobre la conveniencia de trabajar con Montse. Me pondré en contacto con ella.
Cuando Roger se fue, Vicente se quedó pensativo unos segundos. Después cogió el teléfono y marcó.
- O mucho me equivoco o le he convencido bien- dijo nada más empezar la comunicación-. El resto es cosa tuya.
- Y la cinta, ¿qué?- la voz de Montse sonó expectante.
- Tranquila que él mismo te la llevará- trató de calmarle Vicente.
- ¿En serio?
- Ya te he dicho que parece que sí, pero escúchame una cosa, Montse.
- ¿Qué?- dijo ella.
- Só… - dijo él vacilando-, sólo quería decirte que opino como tú, que este es un caso para meterse a fondo, pero…
- ¿Pero qué?
- No, nada, tonterías mías.
- Sí sólo era eso, de acuerdo. Ya nos veremos- concluyó ella.
- Buenas noches mamá.
La madre de Roger, viuda desde que él tenía tres meses, todavía no había perdido la costumbre de recomendarle que no se acostara tarde, y aquella noche no fue una excepción.
Viven de alquiler en un segundo piso del edificio que hay en el número 6 de la calle Reding. Hacía dos años y medio que se habían mudado allí provisionalmente, hasta que no encontraran otra cosa que les acomodara. Antes del cambio, su domicilio de toda la vida había sido una casa- con jardín delante y huerto detrás- de la calle Montblanc, en Torreforta. Pero a Roger, en el punto álgido de su desesperación, se le hacían insufribles las calles, los bares, los escenarios que había compartido con Eva. Y vendieron la casa antes de que fuera demasiado tarde.
Cuando Roger supo que la madre ya estaba en la cama, colocó la cinta de Vicente y se dispuso a verla desde el principio hasta el final.
Había imágenes del interior y del exterior del Pabellón Cubierto de Torreforta, del autobús que hacía la ruta de la discoteca, del aparcamiento de Discomaníac, de la nave industrial de la Arrabassada donde unos punkies okupas encontraron el cadáver de Sandra, de mossos de escuadra, del juzgado Eudald Miró, de policías nacionales, de Héctor Moreno entrando esposado a la Audiencia…
La cinta duraba alrededor de tres horas y Roger la vio con mucho interés, pero sin sobresaltarse. Incluso rebobinó la cinta para volver a verla.
Cuando su madre se levantó a las seis de la mañana para ir al baño, le sorprendió durmiendo en la butaca. Delante de él, el monitor encendido. La vida no había sido fácil para Roger desde la desaparición de Eva, pero para ella tampoco. Para empezar, estaba la angustia de pensar qué habría pasado con las chicas. Después estaba el dolor de su hijo, que ella sentía en carne propia. Y por si eso fuera poco, tenía una espina clavada en el corazón que difícilmente nadie le podría arrancar nunca: la impotencia que experimentó en comisaría cuando tuvo que ir para confirmar la coartada de Roger en la noche de las desapariciones.
Suspirando, apagó la tele y tapó a su hijo para que no cogiera frío. “Puede ser que los malos sueños lo ataquen menos en la butaca que en la cama”, meditó ella.
CAPÍTULO 5
“O dejo de ser un indeciso o no saldré nunca de esta procesión de tinieblas”, se autoestimuló Roger durante más de una hora antes de llamar a Montse desde una cabina del Pla de la Seu.
- Estoy muy cerca de tu casa y quería enseñarte una cosa- le dijo. Ella estuvo de acuerdo y le recibió.
Montse vivía en la plaza de Sedassos en el número 11. Era un edificio de tres pisos, rehabilitado hace poco. Sólo había tres viviendas, una por planta. Ella estaba en el ático. En la planta baja había una sucursal de Caixa Penedès y, en frente, un comercio de antigüedades.
Antes de tocar el timbre del portal, Roger se detuvo un poco a mirar la fachada del número 7, ilustrada artísticamente por Arola. Y recordó que la primera vez que la vio no se dio cuenta que estaba pintada hasta que no se situó justo debajo. La ilusión óptica le había hecho creer que los cabezones y el caballo blanco eran ninots de cartón como los de las Fallas de Valencia. Asimismo, la puerta, los balcones, las persianas y la bandera de Cataluña le habían parecido reales.
Las tres horas siguientes a Roger se le pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Cuando acabó la cinta, Montse le pidió que le dejara ver otra vez las imágenes del entierro de Sandra. Roger la complació.
Se apreciaba un gran contraste entre la serenidad de Antonio Castro, con las muestras de desesperación de sus hijos, así como de Teresa Fortuny y la madre de ésta, Teresa Cases. Al mismo tiempo, era evidente que los cuatro o cinco hombres de gran envergadura, que rodeaban a la familia, actuaban de guardaespaldas.
-“Manos limpias”. ¿Qué es eso?- preguntó Montse, extrañada, al ver una corona de flores que tenía esta inscripción en su cinta.
- Es un grupo gastronómico, me parece- le respondió Roger-. Esta parte de la grabación es muy deficiente- prosiguió, porque Vicente consiguió las imágenes con una microcámara que camufló dentro de un periódico que llevaba debajo del brazo.
- ¿Por qué?- preguntó Montse, que todavía no acababa de entender muy bien el asunto.
Roger le explicó que Carlos Tudó, el abogado de la familia Castro-Fortuny, había conseguido una orden judicial que impedía el acceso al cementerio a las cámaras de televisión y a los fotógrafos.
- ¿Tú crees que valió la pena arriesgarse?- le preguntó Montse.
- No lo sé- se sinceró él-. Yo no he descubierto nada en toda la cinta que me llame especialmente la atención. De todas maneras, he decidido llevarla a la policía, por si ellos sí que descubren algo que les haga atar cabos sueltos con vistas a la instrucción sumarial y al próximo juicio a Héctor.
- ¿Qué dices?- botó Montse, que se levantó, sacó la cinta del vídeo y la puso en la funda-. Tú deja que la policía haga su trabajo y nosotros hagamos el nuestro. Porque aunque la cinta no diga nada desde el punto de vista investigador, contiene unas imágenes inéditas que se podrán acoplar al reportaje de ahora.
Al decir eso, Montse dejó la cinta de Vicente en la estantería donde ella tenía las suyas. Roger no sabía qué cara poner.
- Déjamela esta noche y la volveré a mirar después de cenar- le pidió Montse.
A Roger se le cambió la cara.
- ¿O puede ser que sepas cocinar?- se interesó ella en seguida, jovial.
- No mucho: huevos fritos, patatas fritas…
- Menuda pareja haríamos!- exclamó Montse-. Yo todavía sé menos.
- También, tortilla…
- Para, rey, para- le volvió a interrumpir la ama de casa-. Para y llama a la pizzería, si no te importa que volvamos a ver la cinta al acabar. Así probaremos si hay algún detalle significativo que se nos haya pasado por alto hasta ahora. Y también podremos seleccionar las imágenes que no hayan perdido vigor…
Montse cogió la guía telefónica, se la puso encima de las piernas a él y se fue. Roger, maravillado por la gracia y la desenvoltura de la chica, se dispuso a encargar la cena. Todavía estaba buscando cuando ella apareció de nuevo.
- De verdad, Roger: me gustaría mucho que hiciésemos juntos este trabajo- le confesó.
Él la miró y le dijo que sí con la cabeza.
Finalmente, Roger pudo llamar a “Pizza Rápido” y pudo hacer el pedido. Después, mientras se oía levemente el ruido de la ducha, observó toda la estancia. El tresillo era de piel y los muebles, de línea funcional y moderna, estaban fabricados con madera maciza. Todos los elementos que se veían declaraban un gusto exquisito, pero sobre todo, un bolsillo bastante potente. Y todavía, lo que más sorprendió a Roger fue que Montse tenía en casa una mesa de edición propia. Cuando se lo comentó, ella le hizo saber que la había comprado por muy buen precio en Barcelona, en una subasta de material viejo de TV3.
- Pon música- le dijo ella cuando pasó hacia el dormitorio. Llevaba el cuerpo cubierto con una toalla grande y con otra más pequeña se secaba el pelo. Sonreía.
Roger, sentado en el sofá como estaba, no fue capaz de devolverle la sonrisa. ¿Por qué tenía que tener aquel pelo tan negro y rizado? ¿Por qué?!
- ¿Te gusta?- le preguntó ella cinco minutos más tarde-. Me la compré en Nueva York cuando fui a hacer el master.
Roger, medio turbado, articuló un “sí” apenas audible. La única prenda de ropa visible de Montse era una camisola negra de manga corta que llevaba estampada la Estatua de la Libertad. Le estaba un poco larga y, por tanto, le servía de vestido.
Manel Joan i Arinyó, "El cas Torreforta"
Cuidate guapa!! un besazo!!
Maaaass, maaaass, maaaas, ve dandole a los deditos guapa!!!!
Biquiños!!!!
Ya he vuelto a estos mundos ciberneticos, ahora me estoy poniendo al dia, por que voy muy atrasadilla en los blogs.
Me esta gustando el libro, asi que no cortes ahora la historia,eh???
Un besazo guapetona.