martes, 9 de junio de 2009

VECINOS "PORCULEROS"

Ahora me doy cuenta que, generalmente, yo nunca he tenido demasiada suerte con los vecinos. Nunca me había parado a pensarlo detenidamente, pero es fuerte... tiene tela la cosa...

Cuando vivía con mis padres en la otra casa (ya os conté lo de los vecinos de abajo), teníamos en frente un matrimonio con dos hijos. El hombre casi nunca estaba en casa, porque trabajaba. La niña era bastante buena y muy calladita. El hijo era un gamberrete que meaba por el balcón (entre otras lindezas) y la madre era una "histérica" que se pasaba los días gritando y llamando a sus propios hijos "cabrones" e "hijos de puta" (también entre otras lindezas varias).

Cuando me vine a vivir a la casa donde estoy ahora, la verdad es que con los vecinos de en frente tuvimos bastante suerte. Son unos señores mayores ya jubilados con los que nos llevamos genial. Tienen dos hijos pero uno vive en Eibar y el otro en Holanda. Son muy buenas personas. El hombre viene a mi casa a ver los partidos de fútbol y yo muchas veces voy con la mujer a la casa de ella a fumar un cigarro (o los que sean) y a tomar algo (lo que se tercie).

Pero los vecinos que teníamos al lado eran un poco especiales. En el edificio los llamaban los sectarios y también andaban todo el día a voces. Ahora ahí viven unos polacos, que son unos maleducados, pero no hacen nada de ruido.

Los casi dos años que pasé fuera de esta casa pues tampoco tuve demasiada suerte con los vecinos, la verdad, ya conté lo de las chicas rumanas de al lado en el primer piso. Y en el segundo que estuve, pues los rusos me traían por la calle de la amargura. Se bañaban a las cuatro de la mañana, peleas continuas... y eso con unas paredes de papel, pues acabas volviéndote un poco loca, sobre todo cuando al día siguiente tienes que madrugar.

¿Ahora? Pues ahora no estoy mucho mejor... La vecina de arriba me tiene frita. Se conoce que es una fanática de la limpieza, cosa que no critico en absoluto, pero resulta que cuando le da la vena de limpiar, arrastra los muebles con tal fuerza (sea la hora que sea) que parece que los esté moviendo alguien con una fuerza sobrehumana. No sé si es que yo soy muy delicada, pero estar oyendo eso día tras día, a cualquier hora, pues a mí termina por sacarme de mis casillas.

¿Es que uno no puede estar tranquilo ni siquiera en su propia casa? Ojú...

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