sábado, 7 de febrero de 2009



Tan pronto como Anna vio las fotos de las chicas, se dio cuenta que estaban sacadas de un vídeo, y preguntó a Roger quién se las había dado. Él se negó en redondo a revelarlo.

- No hace falta que te diga que el tema es extremadamente serio- le dijo ella.

- El secreto profesional de los periodistas es sagrado- le replicó él.

- En fin, tú mismo- dijo la sargento de mala gana pero ya no insistió más.

Ya puestos, Roger pensó en rentabilizar la visita al máximo y pidió a Anna su opinión sobre la inculpación y el próximo juicio a Héctor. Ella titubeó un poco, como si pensara que la pregunta era improcedente, pero finalmente contestó:

- Ya oíste al comisario Vidal el otro día: a causa del largo período de tiempo transcurrido y la consiguiente descomposición de los cadáveres, no hay ninguna prueba orgánica que le inculpe.

De hecho, dejando de lado la placa de su llavero, que se había encontrado dentro de Scala Dei, no había ninguna prueba directa en su contra.

- Ahora bien- le aclaró Anna- hay una abundante jurisprudencia , sobre todo del Tribunal Suprem, que considera los indicios claros como pruebas suficientes para acusar a alguien. ¿Eso qué significa? Pues que con más de un indicio se puede condenar a un acusado.

"Además- continuó explicándole-, las falsas coartadas, así como el hecho de contradecirse en las declaraciones, también son factores que actúan en contra del sospechoso. Y Héctor se lució bien con sus mentiras hace tres años".

Montse, recostada sobre la mesa del bar que hay en frente de la cárcel de Tarragona, estaba abosrta mirando el Telenoticias Mediodía de TV7. Se veía la llegada de una furgoneta de los Mossos en el edificio de la Audiencia. En el lugar había un gran despliegue de periodistas gráficos y literarios que emprendieron una actividad frenética cuando Héctor, esposado y escoltado por dos Mossos, salió del vehículo.

- Yo siempre he creído que este chico es inocente pero que tiene miedo de hablar por si lo matan- manifestó un cliente del bar.

- Si lo colgaran de un gancho por los cojones, verías qué pronto hablaba!- le dijo otro, exaltado.

- Sí, sí- dijeron dos o tres más mostrando su aprobación a este último.

Montse abonó su consumición y decidió esperar a Nuria en la calle. Ésta salió de la cárcel en coche unos minutos más tarde, vio a la periodista y le hizo señas para que se acercara y subiera. Le hizo caso y la monitora, arrancó. Pero con tan pocas ganas que se le caló el coche.

- ¿Qué te pasa que estás tan nerviosa?- le preguntó Montse unos minutos más tarde.

Nuria, visiblemente alterada, no le respondió, sino que paró el vehículo al lado de una acera y le quitó el contacto.

- Héctor ha caído en una depresión brutal- le dijo a Montse, que más que nerviosa la veía extrañamente angustiada.

Según ella, el juez le había requerido para notificarle que el juicio se celebraría en un término de dos a tres meses. Y Héctor había aprovechado la comparecencia para anunciar al magistrado que renunciaba a la defensa. De hecho, desde hacía un tiempo se había negado a recibir al abogado que le había correspondido de oficio.

- El juez le ha comunicado que en el juicio será asistido legalmente por este señor. Si no quiere colaborar, nadie le puede obligar, pero es un perjuicio que se ocasiona él mismo- le advirtió.

- ¿Por qué actúa así?- se interesó Montse.

- Yo te lo diré - le dijo Nuria.

Y le explicó que, a pesar del medio siglo de condena, Héctor tenía esperanzas de salir con la condicional a los diez o doce años, como mucho. Eso era porque se le había aplicado el antiguo Código Penal, que permite otorgar al recluso reducciones por trabajos en la prisión hasta un tercio de la pena, que en ningún caso pudo ser mayor a los treinta años. Si se le condenaba también por los crímenes de Eva y Lorena, se iría todo al traste.

- Porque en casos tan graves como el de un triple asesinato- prosiguió Nuria que, sin duda, dominaba el tema-, la ley tiene facultades para no conceder ningún beneficio penitenciario. La fiscalía y las acusaciones particulares pueden forzar la articulación de estos mecanismos punitivos.

Montse estaba muy impresionada por el abatimiento de Montse. Pero al mismo tiempo, el instinto profesional la obligó a forzar la situación un poco más.

- Nuria- se le acercó, prácticamente maternal-, yo estoy dispuesta a ayudar en la medida de mis posibilidades, pero me tienes que explicar todo lo que sepas.


En una pista de Discomaníac las tres chicas bailaban animadamente con el grupo de amigos de Sandra. Ellas probaban enseñarles alguna de las coreografías que sabían de las clases de aerobic. Todos reían.

Uno de los chicos se dirigió a la barra y volvió con dos botellas de champagne y una bandeja con copas. Lo dejó todo en una mesa próxima a la pista y les dijo que se acercaran. Le hicieron caso y él se dispuso a abrir la primera botella. "Años y años, por muchos años...", comenzaron a cantarle. En seguida le estiraron de las orejas, brindaron, bebieron y le abrazaron y besaron para felicitarle el cumpleaños.

Desde la mesa que estaba más cerca, Ramón y Salva, dos individuos de unos veinticinco años, delgados, nerviosos y de una estatura media, no perdieron detalle de las actividades del grupo.

En un momento determinado llegó a su lado Héctor que entonces tenía veintitres años y entonces ejercía de guaperas de discoteca las noches de los sábados.

- Un cubata de Beefeater- pidió al camarero.

Cuando ya lo tuvo, lo pagó, se giró hacia la pista y bebió un sorbo.

Salva y Ramón lo miraron y sonrieron, aunque sin grosería. Fue Salva el que se le acercó y le dijo:

- ¿Gastas?

- ¿Qué?- le dijo Héctor, que no le había comprendido.

- Decía que si quieres ponerte a cien- le aclaró poniéndose el dedo en la nariz e inhalaba profundamente.

Fueron los tres a los baños y se pusieron en el rincón más discreto que encontraron. Salva sacó dos tarjetas de crédito y en seguida preparó una raya inmensa, que a Héctor le hizo venir una gran cantidad de saliva, del miedo. El camello esnifó y puso cara de felicidad. Después recogió con el dedo los restos de coca que habían quedado sobre la fina superficie y se hurgó la nariz.

- Yo no compro nada si antes no lo pruebo- dijo Héctor.

- ¿Qué?!- se exaltó Ramón con una violencia difícil de contener-. ¿Tú nos has visto caras de hermanitas de la caridad?!

- ¡Paz, hermanos!- intervino Salva, eufórico-. El precio lo arregla todo. ¿Cuánto puedes gastar?

Héctor les dijo que tenía cinco mil pesetas. Ramón le dijo que con aquella miseria como mucho le podían dar cuatro pastillas, y gracias.

- Cojones!!- exclamó Héctor con desánimo. Aún así se sacó el billete del bolsillo y se lo pasó a Salva, que le dio las cuatro pastillas.

- Pobre, qué pena me das!- dijo Salva, que tenía unos ojos de colocadísimo divertidísimos-. Mira, para que veas que me has caído bien, te propongo un trato: si eres capaz de enrollarte con la chica que yo te diga, te doy media raya, de verdad.

- Eso está hecho- dijo Héctor, muy confiado de sus dotes seductoras.

Salieron de los lavabos y se acercaron a la pista donde bailaban las tres chicas con el grupo del Instituto Británico.

- Tiene que ser aquella de la minifalda negra. ¿La conoces?- le dijo Salva señalando a Sandra.

- No. ¿Y vosotros?- se interesó Héctor.

Los dos camellos negaron con la cabeza. Salva añadió que le había indicado esa porque tenía pinta de inaccesible. Por eso mismo, si él conseguía ligársela, seguramente se lo volvería a pensar y la recompensa sería el doble de la que habían acordado.

Héctor ya sentía la dulce coca haciéndole cosquillas en el cerebro y se propuso empezar a trabajar en seguida. Así, se contoneó rítmicamente, fue directamente hacia Sandra y se puso a bailar a su lado, procurando sacar partido de su potencial físico. Pronto le dijo algo al oído y ella sonrió gratamente. Después se cogieron de la mano y bailaron juntos. No había duda: había surgido la química. Los primeros contactos era muy lights. Divertida, ella le marcaba un poco las distancias cuando él intentaba pasarse con los tocamientos. Pero el guaperas ganaba terreno, eso era obvio.

Los amigos y las amigas de Sandra ya se habían cansado de estar tantas horas en la misma discoteca. Este aburrimiento se manifestaba en la poca gracia de sus evoluciones y también en las deserciones que estaban haciendo en la pista de baile.

Ramón y Salva lo controlaban todo desde la barra.

- Va, venga, cambiemos de aires- propuso a Sandra el del cumpleaños.

- Yo no puedo, ya lo sabéis- le respondió ella.

- Es evidente- remarcó el chico con un tono marcademente irónico.

El orgullo de Héctor todavía se infló más.

Cuando los del grupo se despidieron de Eva y de Lorena, Sandra les gritó y les presentó a Héctor. Se besaron y continuaron bailando los cuatro más o menos juntos.

Héctor miró hacia la barra para asegurarse que Salva y Ramón no se perdían detalle. Entonces se acercó Sandra y le besó muy cerca de los labios. Ella se quedó satisfecha.

El avanzado seductor fue al encuentro de los camellos, ilusionado.

- Ya está- les dijo, ansioso.

- Acompáñame al lavabo- le indicó Salva.

Cuando llegaron, Salva hizo media raya más. Explotaba de euforia. A continuación le alargó una papelina a Héctor, pero cerró la mano y encogió el brazo antes de que éste pudiera cogerla.

- ¿De qué vas?- protestó Héctor, extrañado-. Yo he cumplido mi parte del trato.

- Sí, hombre- le replicó Salva-. En mi pueblo un beso de hermano no quiere decir nada.

- Cojones!- se quiso poner firme Héctor, pero se notaba que no era un tío duro-. Ya es mía. La tía caerá. Si no lo he conseguido todavía es por culpa de las amiguitas, que se han enganchado como lapas y así no hay quien trabaje.

- ¿Y para qué están los hermanos?- se ofreció el camello.

Héctor aceptó y, convencido de que se las estaba viendo con gente legal, le dijo que él se las presentaría, pero el otro le dijo que no hacía falta, que fuera a la suya porque ellos sabían presentarse solos.

De nuevo en la pista, Héctor propuso a las chicas ir a pegar un bocado a la Hamburguesería "Ñam Ñam", que estaba a menos de cinco minutos en coche. A ellas les pareció bien y emprendieron el camino hacia la puerta.

- Tres- estaba diciendo Ramón al teléfono del vestíbulo en aquel momento-. Sí, de acuerdo- dijo el conferenciante y colgó.

Las tres chicas y Héctor salieron de la discoteca y se dirigeron hacia el Renault 19 de él. Entonces Salva y Ramón se las apañaron para fingir un encuentro casual. Héctor les siguió el juego e hizo las presentaciones, muy improvisadas.

- Íbamos a la "Ñam Ñam"- les dijo a continuación.

- ¡Qué casualidad!- exclamó Salva.

Espontáneamente, se había creado un ambiente de cordialidad y simpatía.

Los tres chicos entraron en la hamburguesería para hacer las comandas y las tres amigas se quedaron esperándolos sentadas en el capó del coche de Héctor.

- Estos dos no nos han dicho los nombres- dijo Eva.

- Yo sólo sé que el del pelo rubio tiene una cara de niño que no se la quita nadie- exclamó Sandra, la mar de divertida, y estallaron a reir las tres. Se refería a Salva.

- En cambio tu Héctor...

- Hoy porque ya es tarde pero le daré mi número de teléfono...- mostró Sandra su entusiasmo.

En aquellos momentos Salva sonreía diabólicamente. Era por la satisfacción que le producía la esnifada que acababa de meterse Héctor. Con aquella raya, hasta un caballo se habria colocado.

Ramón se había quedado en la barra pidiendo las comandas. Cuando se las sirvieron, dejó caer unas gotas dentro de la cerveza que ofreció a Héctor nada más verle.

Como las chicas se habían acabado las naranjadas y ellos la cerveza, Ramón entró nuevamente al bar y compró cerveza para todos.

Acabaron de cenar cuando las bromas y las risotadas estaban en el punto álgido. Aquel encuentro tan afortunado se tenía que rematar de alguna manera brillante antes de que ellas se fueran. Héctor era el único que estaba raro, porque en lugar de corresponder a las caricias de Sandra, que cada vez ganaban en intensidad, había decaído mucho.

- No te duermas!!- le murmuraba ella en el oído.

Un chico chepado y cojo, que llevaba muletas para andar pasó por allí al lado y levantó una muleta para saludar al adormilado, al mismo tiempo que lo llamaba por su nombre:

- Héctor!

Pero él no se dió cuenta.

Unos minutos más tarde dos jóvenes se acercaron al cojo, que les pasó unas papelinas.

Salva parecía que había comido lengua. Se llevó la mano al bolsillo y sacó diez o doce invitaciones. Eran de Símius, la nueva discoteca de lujo inaugurada en Cambrils hacía dos meses. Incitador como él sólo, les dijo que si se daban prisa todavía llegarían a tiempo de presenciar uno de los platos fuertes de la noche: una mona vestida de seda bailaba entre culturistas y acababa haciendo un strip-tease.

Las tres amigas empezaron a reirse al oir eso. Héctor le dejó las llaves del coche a
Ramón para que condujera.

Salva ocupó el asiento del copiloto y, detrás, iban sentados, en este orden: Héctor, con Sandra en sus piernas, Eva y Lorena.

la parejita iba a su rollo, por tanto, la actuación de Salva tenía como espectadoras, básicamente, a las otras dos chicas. El chico estaba imitando a la mona que iban a ver en la discoteca. Eva y Lorena se descojonaban.

Sandra, por contra, estaba muy despegada. Héctor, cada vez más y más amorfo, finalmente se durmió. Así pues, le dejó por imposible. Se dio cuenta que el reloj marcaba casi las dos, pero no se dio cuenta, en cambio, que circulaban por la autopista.

- Nosotras tenemos que volver a Discomaníac- advirtió en voz alta a los camellos.

- ¿Dónde estamos?- le preguntó Héctor en aquel momento, apenas podía abrir los ojos.

Como Ramón no parecía darse por aludido, Sandra pensó que no debía haberles oído a causa del volumen del radiocassette, y le dio un golpe en el hombro. Él le bajó la voz y después de escuchar las razones de la chica, le dijo:

- Ya estamos llegando. Tan sólo echaremos un vistazo para que lo veáis y en seguida os llevamos a Discomaníac.

El cuentakilómetros marcaba 170 km/h. Después ramón redujo ostensiblemente la marcha, puso el intermitente de la derecha y se dispuso a abandonar la autopista.






Manel Joan i Arinyó, "El cas Torreforta"

3 Comments:

  1. Anónimo said...
    Joe,vaya historia..esta genial el libro,me lei 2 entradas seguidas casi sin enterarme!bueno,espero otro capitulo impaciente.Ah!ya tengo libroo para el blog,regalo de Barca,tiene muy buena pinta,asique en nada estra en mi blog.
    1 besazoo guap. =)
    Unknown said...
    Ufff este libro me está encantando!!! menuda historieta.... es muy interesante... espero la próxima...

    Cuidate!! un besazo!!
    barca0014 said...
    Me voy pitando a la siguiente nenaaaaaaaa que ya llego tarde!!!!!!!

    Que Hector no es culplable joeeeee!!!!!

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