El otro día mientras trabajaba, paré un momento a fumar un cigarro en un banco. Al ratito de estar allí, llegó un señor mayor (al cual yo le echaba unos 75 u 80 años, más o menos).
Desde el primer momento me transmitió ternura. Me pidió amablemente si se podía sentar a mi lado porque venía muy cansado. Por supuesto le dije que sí. Y el hombre se puso muy contento y me dio las gracias.
Yo seguí a mis cosas (básicamente, escuchar música y fumar), pero el hombre se puso a hablarme, así que me quité los cascos y le escuché.
Se puso a contarme un montón de cosas de cuando era joven, de cuando le tocó ir a la guerra, cuando se casó con su mujer y ésta se murió años más tarde, cómo luego conoció a otra mujer y un montón de cosas más...
Vengo a contar esto porque me llamó mucho la atención el estado del hombre. Con la cabeza muy en su sitio, alguna arruga y un bastón- Y 98 años a la espalda... Realmente envidiable.
Lástima que cuandos nos hacemos mayores no todos lleguemos en ese estado...
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Yo me pararía a escuchar sus anéctodas y experiencias,seguro que tiene una buena colección para elegir.
Un abrazo.