La desesperación puede obligarnos a hacer muchas cosas. A veces, nos lleva a las gestas más prodigiosas. Puede llegar a transformar nuestro carácter, a hacernos asumir riesgos importantes, a obrar prodigios. En otras ocasiones, simplemente, nos hace hacer el ridículo. El centro de Londres se colapsó. Cuando una gran ciudad se colapsa, ya sabéis qué pasa. La situación se vuelve caótica: el ritmo de los viandantes se ve interrumpido por una nota discordante, extraña, que afecta al equilibrio del mundo. La policía local tuvo que cerrar el tránsito, circunstancia que provocó un gran problema circulatorio. Las retenciones se multiplicaron, así como las protestas de los comerciantes de la zona. En fin, un auténtico desorden en una ciudad.
El causante de este lío era un hombre desesperado. Se llama David Chick, tiene 36 años y está separado. Durante días, estuvo enfilado en una grúa disfrazado de Spiderman, el héroe de la pantalla. El objetivo, obviamente, no era pasar desapercibido. Quería llamar la atención de la gente que siempre pasa de largo por los problemas de los otros. Reclamaba que le permitieran ver a su hija. Su ascensión a 45 metros de altura tenía un objetivo: iniciar una campaña para defender los derechos de los padres de ver a sus hijos. No escogió disfrazarse de Spiderman por casualidad: el héroe televisivo era el héroe de su hija. En el fondo, pretendía hacerle un homenaje. Un hombre solo no puede colapsar una ciudad. Eso es lo que el Alcalde de Londres declaró a un diario local. "Es totalmente inaceptable que un hombre pueda sumir a Londres en este caos". La mente del padre que no podía ver a su hija también era un caos. Mucho más terrible que el de la ciudad. Hay caos colectivos y caos individuales. Los primeros son escandalosos; los segundos crean auténticos terremotos en el corazón de una persona. No paran el tráfico, pero detienen la vida.
Maria de la Pau Janer
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besitosssss